Y no está mal, cada quien tiene derecho a irse o a quedarse cuando quiera; hay que aprender a dejarlos ir. No te queda más que aceptarlo,
recordar lo bueno, desechar lo malo y seguir adelante. ¿Qué
sentido tiene tratar de retener a alguien que te ha dado las suficientes
señales que no quiere saber nada de ti? Duele, y es bueno porque aprendes a
darte cuenta a ser fuerte y a aguantar. Aunque es irónico que te digan que cada vez
duele menos, cuando te das cuenta que cada vez te duele más y lo único que
esperas es que llegue el día en que ya no sientas más dolor.
El corazón tiene puertas, y hay que aprender a cerrar cada
una en su momento, y si alguien se va sin cerrarla, tu debes de hacerlo. Quien entra tiene derecho a irse, porque es libre. Ser sincero
con alguien no te garantiza que esa persona te valore, demostrar lo frágil que
eres no significa debilidad, y cuando lo haces te
expones y corres el riesgo a que no le den importancia. Está bien cometer errores. No tiene nada de malo
terminar creyendo que la persona que te importó realmente no tenía corazón o es
un robot. Al final y al cabo solo fueron palabras, aunque te hayan hecho sentir
bien en su momento.
En la vida se gana y se pierde, cuando se gana demasiado hay
que aprender a perder para recuperar ese equilibrio entre ganar y perder. No todas
las personas que conoces o que te hacen creer que les importas, realmente les
importas. Sin embargo, al final te dan experiencia para poder discernir mejor
entre la verdad y la mentira. Hay que dejar ir a quien no quiere ser parte de
tu vida, tratar de atraparlo y buscarlo de regreso solo te causaría más daño. El
dolor es bueno, al menos te recuerda que sigues vivo.
Luego que la persona pierde el interés en ti, ¿qué te queda?
Aceptarlo y olvidarlo lo más pronto posible, y con el tiempo se aprende a hacerlo. Las personas que realmente quieren estar contigo te lo demuestran con
acciones, porque las palabras se las lleva el viento. Están contigo en momentos
importantes en tu vida, y en aquellos en que sientes que ya no te queda nada,
para ayudarte a llenar el vacío que sientes por dentro.
Hay que aprender a discernir entre la verdad y la mentira,
saber comprobar la veracidad de las palabras… Al final, ¿qué son las palabras?
Nada. En la vida hay momentos en que conoces a alguien que te hace sentir completamente
cómodo, con quien puedes ser tu mismo sin tener que pretender nada, puedes abrirle tu
mente, compartirle tus pensamientos, miedos, esperanzas y sueños… Pero eso no
garantiza nada, todo se acaba y hay que aprender a aceptarlo. No hay que
perseguir a la persona que decidió dejar de ser parte de tu vida, y si no te da
las razones de su motivo, a pesar que mereces saber la verdad por haber sido sincera, hay que tener en
cuenta que el silencio dice más que mil palabras, y no vale la pena decirle
palabras a la persona que solo te da su silencio.
No está mal abrir tu herida y darle la oportunidad de hacerle saber a quien te hace daño, que te lo hace. Es parte de ser humano el estar dolido, porque tienes un corazón y sentimientos, no hay necesidad de ocultarlo.